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"¿Quién se habría imaginado que el fracaso de Matoro habría resultado en un paraíso como este? Hacia donde volteara, él veía a seres de especies diferentes trabajando lado a lado."
— Narrador

El Reino

El Reino es una historia de dos partes escrita por Greg Farshtey y publicada en BIONICLE.com. Un código especial fue incluido en Pantano de los Secretos que, cuando se ingresaba en el Club Kanoka, desbloquearía la historia como un premio. El Reino sigue la historia de Toa Takanuva, que llega a un universo alterno donde Toa Mahri Matoro no salvó al Gran Espíritu y todos los seres fueron evacuados a la isla de Mata Nui, donde viven en aparente paz. La historia sirve de puente entre El Viaje de Takanuva y Espejo Oscuro.

Parte 1[]

Takanuva, Toa de la Luz, caía por el espacio interdimensional, tratando de no gritar. Un momento antes, él había dado un paso a una entrada dimensional creada por Brutaka. Su misión: viajar a Karda Nui y advertir a los seis Toa Nuva de un desastre a punto de ocurrir.

De algún modo, sin embargo, este viaje no iba tal como estaba planeado. Takanuva estaba siendo arrastrado, vislumbrando ahora y entonces otros extraños mundos llenos de seres, tanto conocidos como desconocidos. Podía adivinar que si de alguna manera terminaba en uno de esos lugares, que nunca podría encontrar su camino de regreso a su propio universo.

De pronto, hubo un choque peor que cualquiera. Él giraba salvajemente, fuera de control. Hubo un instante de oscuridad completa, seguida de una luz muy brillante, y luego Takanuva se estrelló en una costa rocosa. Él quedó tirado allí, atontado, durante mucho tiempo. Cuando finalmente levantó su cabeza, tuvo una vista que él nunca podría haberse imaginado.

La ciudad ante él era enorme. Esta hacia parecer a Metru Nui un conjunto de chozas de piedra cortada. Múltiples estilos de diseño se habían combinado para crear una megalópolis que se alargaba hasta donde alcanzaban sus ojos. Algunos edificios se parecían a Metru Nui - él reconoció al Coliseo, por ejemplo - los otros eran totalmente extraños y unos casi primitivos.

Takanuva echó un vistazo al cielo. No, esto no se parecía al cielo sobre Metru Nui. Miró - no, no podía ser, él pensó. Este era el mismo color de azul que el que estaba sobre la isla de Mata Nui.

Esto es imposible, se dijo a sí mismo. Todos abandonaron Mata Nui para regresar a Metru Nui hace meses. ¡Y Mata Nui nunca fue de este tamaño, o estuvo tan lleno de tantos seres y edificios!

Él se levantó y miró alrededor. Por todas partes, él podía ver Matoran de todas las clases trabajando esforzadamente. Seguramente no era insólito. Desde luego, el hecho de que ellos trabajaban al lado de Bohrok, Skakdi, y Visorak era directamente espantoso.

"¡Eh!," dijo una voz hacia él. "¿Quién es usted? ¿De dónde vino?"

Takanuva volteó. Una Ga-Matoran, Macku, estaba allí. Ella no dio ningún signo de reconocerlo.

"Soy Toa Takanuva," contestó él. "¿Puedes decirme dónde estoy?"

"Usted no es Takanuva," dijo Macku, como si fuera la cosa más obvia en el mundo. "Intentalo otra vez... ¿o preferiría que llamáramos a los Cazadores?"

"Pero soy Takanuva. Sé que luzco diferente, pero -"

"Eso es seguro," rió Macku. "Usted es mucho más alto. ¿O nunca ha visto a Turaga Takanuva, forastero?"

"¿Turaga-?" preguntó Takanuva. Él se recuperó rápidamente. "Um, tal vez estoy un poco confundido. Dime, ¿sabes dónde podría encontrar a Jaller?"

"En el Gran Horno, naturalmente," dijo Macku, con suspicacia en su voz. "¿Para qué lo buscas?"

"Tengo, um, un mensaje para él de un viejo amigo," contestó Takanuva.

Esto tomó un poco de trabajo, pero finalmente convenció a Macku de guiarlo por la ciudad, que ella llamó "el reino del Gran Espíritu". La primera persona a la que ella le mostró era un guerrero alto, fuerte que llevaba una gigantesca hacha. Él miró a Takanuva durante un minuto, luego cabeceó. "Él no es un cambiador de forma. Y realmente piensa que es Takanuva."

"Gracias, Axonn," dijo Macku. "¿Entonces está loco?"

"No estoy seguro," dijo Axonn. Él extendió la mano y arrebató el Cetro de Luz a Takanuva. "Podría ser mejor no dejarle pasear alrededor de la ciudad con esto. Tú sabes como el Turaga se siente sobre ciudadanos que llevan armas."

Ellos caminaron por las calles de la ciudad, mientras que shock tras shock impactaban a Takanuva. Ahí los Matoran compraban mercancías en puestos de la calle controlados por Vortixx; un poco más lejos, Skakdi daban un espectáculo, jactándose de la asombrosa pirámide Visorak que podía ser vista por solamente cinco engranajes. Y en cada esquina de la calle, había presencia de ejecutores de la ley - no Toa, ni siquiera Vahki, ¡sino Cazadores Oscuros!

Macku dejó a Takanuva con Toa Jaller. El Toa del Fuego se veía igual que siempre, pero él vio a Takanuva sin la cautela con la que la Ga-Matoran lo miro. "Bien, tú obviamente no eres Takanuva," dijo él. "Pero mientras no seas un Makuta disfrazado, eres bienvenido en el reino. ¿En qué puedo servirte? "

"Solamente háblame," dijo Takanuva. "Dime sobre este lugar. ¿Estamos en... esto es realmente la isla de Mata Nui?"

Jaller se rió. "Wow. No he oído que la llamen así desde hace cerca de 10,000 años. De todos modos, sí, esto era la isla de Mata Nui, pero es mucho más que eso ahora."

"Ya veo. Que... ¿Qué... quiero decir, cómo... ?"

Jaller apunto a un gigantesco muro de piedra. "Esto es lo que buscas. Hay un Muro de la Historia en cada distrito - Kopeke se aseguró de esto. Encontrarás tus respuestas allí." Jaller hizo una pausa, y luego añadió, "Sabes, es gracioso. Sé que no te conozco, pero de algún modo me pareces familiar. ¿Por qué pediste verme, de todos modos?"

Takanuva pensó decir la verdad a Jaller. Él podría compartir todo tipo de cosas que sólo el verdadero Takanuva sabría. Pero entonces él decidió que, a lo mejor, asustaría a su viejo amigo... y en el peor de los casos, él terminaría siendo detenido por los Cazadores.

"Correcto. Bien, conocí a Turaga Takanuva una vez, y él... um... me dijo cual gran amigo eras. Él dijo que cuando yo tuviera un problema alguna vez, debía ir contigo."

"Bien, esa es una sorpresa agradable," dijo Jaller. "Ninguno de los Toa Mahri son muy populares por aquí, aún después de todo este tiempo... aún después de como las cosas resultaron. No pienso que alguien haya visto a Matoro en cinco mil o seis mil años."

El nombre asustó a Takanuva. Matoro estaba muerto, murió cuando él sacrificó su vida para salvar la del Gran Espíritu Mata Nui y el universo. Una teoría comenzaba a formarse en la mente del Toa de la Luz, y el Muro de la Historia era donde podría ser aprobada o desaprobado. Él agradeció a Jaller y se apresuró.

Sí, estaba todo bien allí. La primera cosa que él notó era la fecha - ¡eran 10,000 años después de que él había abandonado Metru Nui! Pero no era la mitad de sorprendente que la historia que las talladuras contaban.

Los Toa Mahri habían viajado a la ciudad submarina de Mahri Nui en busca de la Máscara de la Vida, tal como él recordaba. Pero después de esto, la historia había cambiado. Toa Matoro - llamado en las talladuras como "El Deshonrado " - había dudado un momento demasiado tiempo en su búsqueda de la máscara. El corazón del universo se había sellado, haciéndole imposible revivir al Gran Espíritu Mata Nui con la máscara. Y Mata Nui, el gobernante y protector del completo univero Matoran, había muerto.

Pero la historia no se terminó allí. Los Turaga de Metru Nui habían planeado para tal eventualidad. Movilizando a los Toa, Vortixx, Skakdi, y muchas otras especies del universo, ellos dirigieron una migración masiva a la superficie en el curso de unos días. La Orden de Mata Nui reveló su existencia y ayudó también. Incluso mientras más y más seres subían de Metru Nui a Mata Nui, los que ya estaban allí trabajaban para construir plataformas flotantes para mantenerlos a todos. Naturalmente, no todos lo lograron - no era físicamente posible evacuar un universo en tan corta cantidad de tiempo - pero muchos lo hicieron. Era obvio que sólo trabajando juntos podrían sobrevivir sobre la superficie, y entonces el concepto de "El Reino" nació.

Sólo dos especies del universo original no fueron representadas aquí. Los Zyglak que se rehusaron a evacuar, escogiendo morir antes que aceptar la ayuda de los Matoran. Los Makuta intentaron emigrar, sólo para encontrar su camino obstruido por Toa Takanuva y la Orden. Juntos, ellos expulsaron a los Makuta de vuelta al subterráneo, y no había sido visto ningún signo de ellos desde entonces. Tras alcanzar su destino, Takanuva sacrificó su poder para traer una nueva generación de Toa. Estos incluyeron a Toa Kapura, Toa Balta, Toa Dalu, Toa Velika, Toa Defilak, y un nuevo Toa de la Luz, Tanma. Takanuva entonces se había hecho un Turaga y fue llamado el líder del Reino en reconocimiento a su heroísmo.

Las cosas se hicieron más extrañas allí. Turaga Takanuva había formado un nuevo consejo dirigente, consistiendo en Turaga Dume, el principal jefe militar Skakdi, Roodaka, El Sombrío, Helryx, y un Matoran de Nynrah. Los Cazadores Oscuros se habían convertido en los principales ejecutores de la ley, mientras que los Toa fueron puestos a trabajar usando sus poderes para ayudar a la ciudad de otros modos. Primero, ellos previnieron que colapsara la isla original tras la muerte de Mata Nui. Entonces ellos crearon superficies nuevas y más estables para apoyar la extensión de la ciudad. Tras 10 milenios, el Reino era ahora una mega ciudad y hogar de todos los sobrevivientes del universo original.

Turaga Takanuva y su Consejo gobernaban desde el Coliseo. Toa Takanuva no sólo no podía resistirse a ir a ver a su otro yo, pero tenía que encontrar alguna salida de allí. El Muro le había mostrado que él no simplemente había viajado al futuro de alguna manera. Este no era su universo en lo absoluto.

Mientras caminaba, tuvo que admitir que una parte de él deseaba no tener que marcharse. ¿Quién se habría imaginado que el fracaso de Matoro habría resultado en un paraíso como este? Hacia donde volteara, él veía a seres de especies diferentes trabajando lado a lado. Sólo Toa y Cazadores llevaban armas, pero parecían no haber sido usadas en años.

Él esperó encontrar el Coliseo muy protegido, pero lo opuesto era el caso. La sede de gobierno estaba abierta a todo el Reino. En vez de preguntar para ver a Turaga Takanuva, él envió un mensaje a Helryx. Era corto, recordándole sobre que había sido de su plan original para advertir a los Toa Nuva sobre las condiciones en Karda Nui y pedirle si ella podría conseguirle ver al Turaga.

Eso dio resultados. Takanuva fue escoltado por Trinuma a la cámara del Turaga en lo alto del Coliseo. Turaga Takanuva estaba en conferencia con Toa Tanma y Roodaka. Descansando en el centro de una gran mesa estaba la cabeza de un Rahkshi.

"¿Dices que este Rahkshi apareció en el centro de la ciudad, cerca de la fuente Piraka?" el Turaga dijo.

Roodaka asintió. "Un grupo de Fe-Matoran allí estaban alimentando a Avak y a Thok, haciendo planes para añadir soportes de hierro a la superficie de masa occidental. Ellos descubrieron un Panrahk y llamaron a los Cazadores, quiénes se encargaron de ello. Esto es todo lo que quedo."

"Esto no debería haber sido capaz de pasar," dijo Tanma, seriamente.

"Tal vez esto fue un accidente," dijo Turaga Takanuva, pareciendo como si él no se creyera a sí mismo." Tal vez uno entró antes de que las barreras de luz fueran levantadas y haya estado ocultándose aquí todo este tiempo."

"Ojalá," dijo Toa Tanma.

"Las barreras de luz están disminuyendo," dijo Toa Takanuva. Los tres giraron para mirarlo, asustados. "Yo... sé un poco sobre luz."

Turaga Takanuva comenzó a decir algo, luego se detuvo. Él se volteó a Roodaka y Tanma y les pidió dejar la cámara. Una vez que ellos se fueron, él dijo, "¿Cómo es esto posible?"

"¿Lo sabes, entonces?" dijo el Toa.

"¿Cómo podría no saberlo?" dijo el Turaga. Helryx me ha dicho lo que ella planificó hacer, si las cosas hubieran ido de una manera diferente. ¿Tu eres de... un lugar diferente, estoy en lo correcto?"

El Toa asintió. "En otro lugar, es cierto, pero no en un sitio tan pacífico. Has hecho un trabajo asombroso." Él se rió. "Estoy orgulloso de mí."

El Turaga sacudió su cabeza. "Esto no puede durar. Onua y los demás han hecho todo lo que pueden, pero la isla original no podrá sobrevivir mucho más tiempo. Tendremos que movernos otra vez, incluso a las estrellas si el proyecto de Nuju y Nuparu resulta. Pero hasta entonces, ¡los Makuta - si aún viven - no serán admitidos en el Reino!"

Turaga Takanuva miró a su colega Toa de otro universo, no el suyo. "Sé que este no es tu mundo, y sé que el mensaje que tu llevas es vital. Pero Tanma... y el Reino entero... podría necesitar tu ayuda. Cuando termines, podemos encontrar un modo de enviarte de vuelta. ¿Ayudarás?"

Toa Takanuva asintió. "Desde luego. Pero... Podría necesitar mi Cetro de Luz devuelta."

Turaga Takanuva rió. "Ah, aquella arma paso de moda hace 10,000 años. Pienso que podemos encontrarte algo mejor que eso, viejo amigo."

Parte 2[]

Turaga Takanuva llevo a Toa Takanuva a la salida del Coliseo y luego hasta la porción este de la enorme ciudad. Toa Tanma iba tras ellos, sin decir mucho. No estaba seguro si debía estar agradecido de que otro Toa de la Luz hubiera llegado para ayudarlo, o disgustado de que el Turaga no creyera que podía ocuparse del asunto él solo.

Llegaron a un pequeño y delgado edificio en un callejón, no lejos de la costa. No había ningún pomo o perilla en la puerta principal, ni ningún tallado que indicara quién vivía allí. Turaga Takanuva golpeó dos veces con su bastón.

Un pequeño panel se abrió a la mitad de la puerta. No se veía ningún ojo a través de él, pero una voz Matoran dijo, “¿Cuál es la contraseña?”

Turaga Takanuva miró a los dos Toa. “Han vivido entre nosotros por siglos, y aún les gusta obrar en secreto.” Volviéndose hacia la puerta, dijo, “Soy Turaga Takanuva. Abran.”

“Contraseña equivocada. Ni siquiera cerca.”

“Intenta con esta,” dijo el molesto Turaga. “Tengo una tropa de Bohrok sin nada que hacer. Si lo prefieres, puedo hacer que destrocen este edificio y lo transformen en un parque.”

Hubo una pausa. Luego la voz dijo, “Bastante cerca,” y la puerta se abrió.

Los tres visitantes entraron a un oscuro pasillo, que doblaba y giraba mucho más de lo que uno esperaría, dado el tamaño del edificio. Una puerta al fondo llevaba a un pequeño taller, abarrotado con toda clase de armaduras, armas, y otros artefactos. Un solitario Fe-Matoran trabajaba en un lanzador de proyectiles de apariencia peligrosa cuando entraron. Miró a Turaga Takanuva, sorprendido y molesto.

“Conoces la rutina,” dijo. “Deje su solicitud en la ranura allí afuera, y ya nos ocuparemos de ella.”

“Sí, ya sé que así es como ustedes los fabricantes Nynrah prefieren trabajar,” contestó Turaga Takanuva, esforzándose por mantener la calma. “Pero esto es una crisis. Tengo un Toa que necesita armamento.”

El Matoran miró a Toa Takanuva de arriba abajo. “Parece que su esquema de colores también podría mejorarse. Pero... puede que tenga algo aquí que le sirva.”

Tras unos cuantos minutos de buscar entre garras atrapadoras, lanzadores Rhotuka, y partes de un ariete de batalla Visorak, el Matoran salió con una lanza de doble hoja. Se la entregó a Toa Takanuva y dijo, “Ahora, apunta hacia ese muro. Sólo usa un poco de poder, ni siquiera suficiente para chamuscar la piedra.”

El Toa tomó la lanza, apuntó, y se enfocó en liberar la más pequeña muestra de su luz elemental. Al siguiente instante, una ráfaga de energía hizo un agujero del tamaño de un disco Kanoka en la pared. “¿Cómo...?” dijo Takanuva, mirando la lanza.

“La mayoría de las Herramientas Toa solo canalizan poderes,” dijo el Matoran, sonriendo. “Ésta los amplifica. Y por si eso no fuera suficiente –”

El Matoran buscó un poco más, ésta vez regresando con un lanzador. “Aún no tenemos un nombre para éste, es demasiado nuevo. Toma luz del entorno y la dispara como una esfera. Pero aún no ha sido probado.”

“Bien,” dijo Turaga Takanuva. Se volvió hacia los dos Toa. “Sugiero que comiencen de inmediato. No hay como saber cuánto tiempo nos queda.”

Una vez en la calle, Tanma quería ir directamente a la barrera de luz más cercana, pero Toa Takanuva lo detuvo. “Hay algo que quiero hacer primero,” dijo Takanuva. “Quiero ver a Matoro.”

“¿Ese cobarde?” escupió Tanma. “Si no fuera por él, aún tendríamos nuestros hogares, nuestro universo. Puedes ir a verlo si quieres – yo no quiero tener nada que ver con él.”

Takanuva esperaba que Matoro viviera en la región habitada por los Ko-Matoran y Frostelus. Pero evidentemente no lo habían aceptado allí. Tanma dirigió a su nuevo compañero a un área de lo que solía ser Po-Wahi, ahora hogar principalmente de Skakdi. Allí, en una pequeña choza de piedra, estaba Toa Matoro.

“¿Qué quieren?” dijo el Toa del Hielo, sin siquiera mirar a su visitante. “Váyanse.”

“Matoro, yo...” comenzó Takanuva. “Se te necesita. Debes venir conmigo.”

Toa Matoro rió. Era un sonido amargo. “Se me necesitaba hace 10.000 años. Mi destino estaba ante mí, y yo dude... y un universo murió. Así que no intentes decirme que se me necesita ahora. Sólo déjenme solo.”

“Oí lo que pasó,” dijo Takanuva. “Pero también sé que, en tu corazón, eres un héroe. Sé cuán duro luchaste en Voya Nui, en Mahri Nui. Y sé que si hubieras podido salvar al universo, habrías... habrías hecho cualquier cosa para lograrlo.”

Takanuva, embargado por la emoción, tuvo que dejar de hablar. Aquí estaba Matoro, quien en su universo estaba muerto, habiéndose sacrificado para salvar a Mata Nui y a todas las demás cosas vivientes. Aquí estaba, vivo, pero muerto por dentro, sabiendo que le había fallado a su gente cuando más lo necesitaba.

Matoro lo miró. “¿Quién eres? Nadie en el Reino habla sobre mí de esa manera.”

“Soy de... otro reino,” respondió Takanuva. “Uno donde la gente te ve como un héroe.”

“Ya veo,” dijo Matoro. “¿Escapaste de un manicomio, no es así?”

“Bien,” dijo el Toa de la Luz. “Quieres quedarte aquí sentado sintiendo lástima por ti mismo. Perdiste tu oportunidad de ser un héroe – bueno, aquí hay otra. Aquí hay una oportunidad de demostrarles a todos que no eres un fracaso ni un cobarde. Aquí hay una oportunidad de ganar honor para tu nombre... ¿Tienes el valor para tomarla?”

“¿Por qué te importa?” preguntó Matoro. “Ni siquiera te conozco.”

“Tal vez yo te conozco,” dijo Takanuva. “O a alguien muy parecido a ti. Ahora, ven – tenemos un reino que salvar.”

Tanma no estaba para nada feliz de ver a Matoro junto a ellos, pero no había tiempo para una discusión prolongada.

Afortunadamente, el lugar con más probabilidades de presentar problemas estaba en la misma área que la choza de Matoro. El área alrededor de Kini-Nui era demasiado concurrida para que un Rahkshi saliendo de allí pasara desapercibido, pero los antiguos túneles Bohrok de Po-Wahi estaban fuera del camino y eran bastante ignorados. Si la barrera de luz del túnel principal había caído, sería fácil para los Makuta enviar legiones a través de dichos túneles.

“¿Por qué no sólo bloquear los túneles? ¿Derribarlos?” preguntó Takanuva.

Pohatu y Hewkii lo intentaron durante la evacuación,” dijo Tanma. “Los Rahkshi avanzaron destrozándolo todo y los mataron a ambos antes de que Tahu, Jaller y Kopaka los hicieran retroceder. No, la luz era la única manera efectiva de detenerlos – luz intensa, más de lo que sus kraata podían soportar.”

“¿Y no podrían simplemente, no lo sé, cavar alrededor de la barrera? ¿O usar control de densidad y flotar a través de la roca?”

“Podrían,” coincidió Tanma. “Pero Onua se aseguró de que la tierra estuviera vigilada. Cualquier intento de cavar o atravesarla, y lo sabríamos.”

Matoro no había dicho nada. Takanuva se volvió y dijo, “¿Qué crees tú?”

“Creo que... no, no importa,” dijo el Toa de Hielo.

“Lo que él piense no importa,” gruñó Tanma.

“A mí sí,” contestó Takanuva. “Dinos, Matoro.”

“Bueno… ¿Y si la barrera no cayó? ¿Y si han encontrado una manera de protegerse de la luz?”

“Entonces tenemos un problema,” dijo Takanuva.

Cautelosamente, comenzaron a bajar por el túnel. Incluso tan cerca de la superficie, Takanuva podía sentir el frío en el aire. La única luz venía de Tanma, quien mantenía una iluminación leve usando su poder Toa. “No podemos bajar mucho,” dijo. “No hay calor allí abajo y el poco aire que pueda quedar estará contaminado. La mayoría del universo está inundado y mucha de ésta agua contiene mutágeno. Así que cualquier cosa que haya sobrevivido al final probablemente ya no sea reconocible...”

Takanuva miró a Matoro. Cada palabra que Toa Tanma decía era como una daga en su corazón.

Habían caminado quizás un kio cuando el túnel se iluminó. Tanma apuntó hacia delante, a un muro de luz en su camino. “Ésa es la barrera. Aún está intacta. Así que el problema no es aquí. ¿Mangaia, quizás? ¿O algún otro punto de acceso que no conozcamos?”

“Tal vez,” dijo Takanuva. “¿Pero y si Matoro tiene razón? ¿Y si la barrera ya no los detiene?”

“No tengo tiempo para mitos Matoran,” dijo Tanma. “Tenemos que ver otras posibilidades. ¿Vienen o no?”

Takanuva miró a la barrera, a Matoro, y luego de vuelta a Tanma. “De acuerdo.”

Los dos Toa de la Luz comenzaron a subir de vuelta por el túnel. Ninguno notó que Matoro no los seguía hasta que oyeron el sonido de ráfagas de hielo tras ellos. Takanuva giró y corrió de vuelta, seguido de cerca por Tanma.

Allí estaba Matoro, luchando contra cuatro Rahkshi él solo. Tras ellos, más atravesaban la barrera, cada uno envuelto en armaduras fabricadas de intensas Sombras. La armadura no sobrevivía el paso a través de la barrera, y se disolvía poco después de hacer contacto con la luz. Pero duraba lo suficiente para permitir que los Rahkshi pasaran de un lado al otro.

Tanto Takanuva como Tanma pusieron una rodilla en tierra y abrieron fuego con sus poderes de luz. La lanza de poder de Takanuva derribó a dos Rahkshi, mientras que Tanma hizo retroceder a un tercero de vuelta hasta la barrera, donde su kraata se transformó en cenizas. Matoro atrapo al cuarto en un bloque de hielo hasta la cabeza, el tiempo suficiente para acercarse y arrancarle el kraata. Lanzó a la retorcida criatura al suelo y la pisó.

“Excelente,” dijo una voz suave y siniestra, que parecía venir desde todas las sombras. Takanuva la conocía bien – pertenecía al Makuta de Metru Nui, líder de la Hermandad. “Veo que al menos uno de ustedes tiene imaginación. Matoro, mi viejo amigo... parece como si fuera ayer cuando éramos un equipo contra los Barraki y sus hordas.”

“Tú,” dijo Matoro con voz temblorosa. “¿Por qué no estás muerto? Tantos otros murieron.. ¿Por qué no tú?”

“¿Qué es lo que queda cuando la luz muere, Toa? Oscuridad. Sólo oscuridad,” contestó Makuta. “Y yo prospero en la oscuridad. Oh, mis hermanos perecieron, uno a uno... Icarax fue el primero, arrancado de su cuerpo por mi ataque para poder poseerlo, su esencia abandonada para morir en el frío del vacío... pero mi odio no me permite morir. Odio hacia Mata Nui; odio hacia todos los que escaparon del fin del universo; y sobre todo, Matoro, odio hacia ti... tú rechazaste tu destino. Mata Nui debía burlar a la muerte... y en vez de eso, mi venganza me burló a mí.”

Ahora los Toa oyeron un entrechocar de armadura, como si un coloso avanzara hacia ellos. Un momento después, un gigante de seis metros envuelto en armadura de sombras atravesó la barrera. Mientras la cubierta de sombras caía, pudieron ver a su enemigo. Era una bizarra amalgama de los Makuta que habían atacado Karda Nui y otros desconocidos. Era una monstruosidad, ahora tan horrible en su exterior como su espíritu lo era por dentro.

“Cuando mis hermanos estaban a punto de morir, los absorbí en mi cuerpo,” dijo Teridax. “Usé su masa para crecer. Usé su conocimiento para crear armaduras para atravesar esta barrera. Y ahora su Reino se rendirá, o se ahogará en un mar de sombras.”

Tanma, Matoro y Takanuva atacaron. Rayos de hielo y lanzas de luz llovieron sobre la armadura de Teridax, pero el daño era insignificante. “He tenido 10.000 años para prepararme para esta batalla,” siseó el Makuta. “No pueden ganar.”

“Discúlpanos si lo intentamos,” dijo Takanuva, disparando con su lanza de poder directamente hacia la Máscara de las Sombras. El golpe le quitó la máscara. Makuta se agachó para recuperarla, pero Tanma fue demasiado rápido, alcanzándola con todo su poder y derritiéndola por completo.

“¡Tanma, regresa!” gritó Takanuva. Fue demasiado tarde. Makuta había agarrado al Toa de la Luz como a un juguete y activado el demoledor poder de un Panrahk. Takanuva tuvo que desviar la mirada – era simplemente demasiado horrible para verlo.

“¿Ahora lo ven?” dijo Makuta. “Deben...”

Makuta se detuvo por completo. Luego sonrió a Takanuva. “Oh, ya veo... oh, qué intrigante. Eres de... otro lugar... un lugar... donde Matoro murió, y Mata Nui vivió. Allí el Plan procede hacia su inevitable conclusión. ¿Entonces escapaste, Takanuva? ¿Tuviste la inteligencia de huir antes de que mi reino comenzara?”

“¿Yo... morí?” dijo Matoro en voz baja.

“Sí,” contestó Takanuva. “Lo hiciste. Diste tu vida para que billones pudieran vivir. En mi universo, eres considerado el héroe más grande que jamás haya llevado el título de Toa.”

“Y aquí sólo eres otro insecto que aplastar,” dijo Makuta, avanzando. “O tal vez... haya otro uso para ti. La Máscara de la Vida aún existe, y tú estabas conectado a ella... tienes conocimientos que puedo usar, Toa del Hielo.”

Una mano hecha de sombra salió del pecho de Makuta, dirigiéndose directamente hacia Matoro. Takanuva avanzo para interponerse entre ellos, pero el Toa del Hielo lo golpeó con una lluvia de agujas de hielo, obligándolo a retroceder.

“¿Matoro, qué estás haciendo?” gritó Takanuva. “¡Va a matarte!”

“Debí haber muerto hace 10.000 años,” dijo Matoro. Se enderezó, manos a los lados, esperando a que la mano lo alcanzara. “Debí haberlos salvado a todos, pero no lo hice. Si lo piensas, Takanuva, ninguno de nosotros debería estar aquí ahora.”

La mano de sombras tomó a Matoro y lo atrajo, sin protestar, hacia la esencia de Makuta. Takanuva se puso de pie, disparando luz de su lanza de poder y sombra de su otra mano, gritando, “¡Asesino!”

Extrañamente, Makuta no contraatacó. De hecho, el coloso en realidad parecía tambalearse. Dio un paso hacia atrás, estiró un brazo con armadura para sostenerse, y luego cayó de rodillas. Ambas manos fueron a los lados de su cabeza, mientras gritaba, “¡No! ¡Mi voluntad debe prevalecer! ¡Yo soy más fuerte! ¡Yo soy –!”

Luego otra voz salió de la boca de Makuta. ¡Era la de Matoro! “No, Makuta. Una vez dijiste a los Toa Mata que no podías ser destruido, porque no eras nada. Te equivocabas – es porque no eres nada que pueda destruirse. No tienes corazón, no tienes espíritu, no tienes una razón para existir – incluso tu odio es un pálido reflejo de lo que una vez ardió dentro de ti. Sobrevives por hábito, monstruo, y los hábitos... y las mentes... pueden romperse.”

El grito que salió entonces de Makuta fue largo, fuerte, y extrañamente vacío. Un instante después, el gigante se desplomó y se quedó inmóvil. Takanuva se acercó y confirmó lo que ya sabía: Makuta estaba muerto. Sólo para asegurarse, usó su poder para lanzar luz cegadora hacia todos los rincones del túnel, pero no había señales de la antidermis del maestro de las sombras. No había escapado de este enfrentamiento final.

Takanuva reflexionó un largo tiempo mientras caminaba de vuelta a la superficie. Turaga Vakama le había contado una vez que cuando un Makuta absorbe un cuerpo, debe aplastar la voluntad de su víctima de inmediato. De otro modo, se arriesga a que otras mentes molesten a la suya propia. Matoro había oído las mismas historias. Había sabido que si Makuta lo absorbía, podría contraatacar desde dentro.

Hubo un tiempo en que tal proeza habría sido imposible – la voluntad de Makuta era demasiado fuerte. Pero Matoro había tenido razón. Ciertamente Makuta no tenía nada por lo que vivir. Sobrevivió, y planeó su venganza, pero era una búsqueda vacía. Había deseado controlar un universo, sólo para ver a ese universo destruido... y no había lugar para él en el Reino.

Takanuva le contaría al consejo de gobernantes qué había pasado allí abajo, y les advertiría que tuvieran cuidado con cualquier otro Rahkshi que aún pudiera acechar abajo, envuelto en armadura de sombras. Se quedaría lo suficiente para ver una estatua erigida en honor a Matoro, el Toa al que se le había concedido la más rara de las comodidades: una segunda oportunidad para arreglar las cosas.

Turaga Takanuva le pediría a su contraparte Toa que se quedara, incluso sabiendo cuál sería la respuesta. Al final, el Brutaka de este universo usaría su Kanohi Olmak para enviar a Takanuva de vuelta al espacio entre dimensiones, en su viaje hacia Karda Nui. Había mucho que hacer, y aún un largo camino que recorrer.

Personajes[]

Véase También[]


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